Hace unos días pudimos ver como un taxista chino había comprado el cuadro más caro de la historia. El afortunado fue el multimillonario Liu Yiqian, un antiguo taxista que ha hecho fortuna en las finanzas que compró desde China: “Nu couché” (Desnudo acostado), de Amedeu Modigliani, que el lunes 9 de noviembre se vendió por 170,4 millones de dólares. Liu, gran coleccionista de arte junto a su esposa Wang Wei, han abierto dos museos en Shangai.
Días más tarde, uno de los pintores vivos más importantes de nuestros días, Fernando Botero anunciaba que expondría en las ciudades chinas de Shangai y Pekín mientras que el artista no había puesto un pie jamás anteriormente.
Estos son solo dos ejemplos para analizar qué está pasando con China que cada vez estrecha más lazos con el arte. Ya no solo son las marcas de lujo que se van al país más influyente de Ásia, sino que cada vez más los artistas, las exposiciones y las salas de subastas internacionales como Sotheby’s o Christie’s enfocan la venta de sus lotes y tienen un horario cada vez más fácil para adaptarse a las horas niponas.
La vieja Europa se ha quedado atrás batiendo récords, y no es extraño. Después de las crisis financieras, los problemas políticos y la filosofía del estado del bienestar hacen que la sociedad haya cambiado y que el mercado del arte esté falto de cariño. Pensábamos que EEUU era la tierra prometida pero es China quién se ha adelantado. Cada vez más inversores chinos quieren invertir en arte, se abren nuevos museos que luchan por exponer obras de los museos más importantes de Europa y sobretodo se paga mejor que en ningún sitio.
