CÓMO MIRAR UN CUADRO:
El empadronamiento en Belén (1566)
Pieter Brueghel el Viejo
En nuestro particular viaje por la historia del arte, el amigo lector debe situarse en esta ocasión el Renacimiento español, y concretamente en la España gobernada por Felipe II. En un imperio “donde nunca se ponía el sol”, pero que resultaba difícil de gobernar, fue en el que desarrollo su vida pictórica nuestro protagonista de hoy.
No se sabe con exactitud la fecha de nacimiento del artista que comentamos. Los registros parroquiales tampoco ofrecen demasiados datos. Los clérigos no estaban obligados a registrar ni los nacimientos ni las defunciones. Cabe suponer, por tanto, que muchos coetáneos de Brueghel no conocían con exactitud el año de su nacimiento, ya que no estaban inscritos. ¿Y para qué tenían que saberlo? Ningún funcionario se lo preguntaba.
Con esta obra, Pieter Brueghel el Viejo se convierte un en cronista de la cotidianidad de una época de gran esplendor imperialista, pero que la mayoría de ciudadanos apenas percibía.
Observemos la obra: los personajes de Brueghel, vivían muy cerca unos de los otros, quizá por necesidad de protección en la oscuridad y de calor mutuo, se percibía con mayor intensidad que el deseo de intimidad.
El espacio de las casas de los campesinos no contemplaba esta esa especial forma de soledad. Todo empujaba al exterior, a pesar del frío invernal: se bebía en la plaza, se comerciaba, se hablaba, se jugaba. Era donde tenía lugar la mayor par-te de la vida social y profesional… para la gente pobre del lugar. En un árbol hueco, alguien regentaba una taberna. Lo indica un cartel con un cisne y un fuego hecho con ramas.
Sobre el árbol hueco, descansa una corneja. En la simbología de la época, el árbol hueco y una corneja tenían un significado negativo, que puede aludir a la mala fama de las posadas y tabernas. La mayoría de las casas están cerca entre sí, a excepción de una más alejada, situada a la derecha del cuadro, con un cesto viejo y sin fondo en el tejado, que hace las veces de chimenea. Sobre el frontón, una cruz. La distancia respecto a las casas, indica con claridad que el habitante de la cabaña es un leproso. La cruz permite suponer que vive de la caridad.
El edificio situado a la izquierda es una posada, tal como lo muestra la corona. Su mal estado es simbólico. Indica la mala reputación de las posadas en general, y de esta en particular, como oficina provisional de la autoridad. Representa el albergue de la Biblia cuyo dueño no dejó alojar a María y a José.
A la derecha juegan unos niños, a la izquierda se mata un cerdo. Recordemos que en el Belén judío estaba prohibido comer cerdo, pero a Brueghel le daba lo mismo. El pintó un pueblo flamenco en diciembre y el invierno era la época de la matanza del cerdo. María y a José, los cuales no fueron pintados a un tamaño superior que el de las demás figuras. Ni tampoco los situó en el centro del cuadro ni los destacó mediante el color, la ropa o con una aureola. Son unas personas entre tantas otras. Parece incluso que la intención de Brueghel es esconderlos. La obra fue pintada en 1566, un momento particularmente difícil para el catolicismo en Flandes.
Un año antes, los calvinistas habían destruido las imágenes de las iglesias católicas, como protesta frente a la suntuosidad, pero también frente al poder de una iglesia que no tole-raba ninguna otra.
Con este aspecto “mundano” de María y José, Bruegel plasmó las circunstancias en las que él vivía, que habían llevado a esa situación concreta: Brueghel, el Viejo, pintó la nueva época. En la Edad Media, las figuras cristianas dominaban la pintura; todo lo mundano se dejaba de lado o tenía muy poco interés